¿Cuál es su velocidad para trabajar, resolver situaciones, gestionar conversaciones y lograr resultados? ¿Cómo influye a su familia y equipo en la empresa con su ritmo de vida?
¿Es usted ágil, acelerado?
La energía positiva es contagiosa; la velocidad con que trabajamos también provoca un efecto dominó. Todos aspiramos a mejores servicios y productos en el menor tiempo posible; nadie disfruta las reuniones lentas ni las largas esperas. En general, quienes alcanzan metas son disciplinados, ágiles, rápidos e intensos en lo que emprenden; como líderes, también le impregnan a su equipo ese paso veloz.
Tal como lo plantean los expertos Zenger y Folkman, la velocidad es ahora una fuente de ventaja competitiva. Las empresas dirigidas por personas cuyo estilo de trabajo es lento, burocrático y conservador, que no aprovechan con rapidez las invenciones, son condenadas al rezago. En cambio, un equipo con ágil ritmo de trabajo logra que sus miembros construyan una cultura de motivación hacia el logro, de trabajo colaborativo en pro de la consecución del objetivo común.
La tecnología es una palanca que reduce los tiempos de respuesta, incrementa la eficiencia de los procesos y facilita el acceso a información para la toma de decisiones oportunas y certeras. Esto reta a los líderes a hacer la diferencia, a dar el ejemplo de aceleración y eficacia, manteniendo un estándar de calidad en resultados, productos y servicios. La velocidad no debe afectar la precisión ni ser sinónimo de excesivo agobio.
Con su propio nivel de implicación en la tarea, los líderes ágiles inyectan al equipo y lo orientan a metas crecientes, con sentido de urgencia, en un ambiente libre de aburrimiento. El disfrute de la labor es el antídoto contra el estrés y la lentitud. En un equipo, el dinamismo genera una atmósfera de trabajo optimista. Eso sí, esos líderes saben acelerar sin menoscabar el respeto y la dignidad de sus miembros. Líderes rápidos son la razón de equipos rápidos, exponen Zenger y Folkman.
Este modelo de cultura organizacional involucra una sensibilidad colectiva y óptima para mejorar, mediante innovaciones, los procesos. Los problemas se resuelven de inmediato, las conversaciones son breves, directas y efectivas. La finalidad de reunirse es la toma de decisiones, no la discusión interminable. Lo que se decide, se hace. La capacidad de ejecución siempre está en aumento, e igual sucede con el sentido de pertenencia. Los miembros, orgullosos de la organización, ven los resultados como cosecha cotidiana, producto de su entrega al trabajo de manera veloz y proactiva.
Curiosamente, un pilar de las organizaciones y de los equipos ágiles es la paciencia con que los líderes enseñan a sus colaboradores lo que se espera de ellos; además de las prácticas que siempre deben realizarse con excelencia. Cuanto más aprendizaje promuevan los líderes, con mayor velocidad avanzará el equipo. Con base en este aprendizaje −en procura de metas atrevidas− crecen la confianza, el riesgo, la curiosidad, la audacia y la inspiración. O sea, la paciencia es socia de la velocidad.
No se puede ser ágil, rápido ni intenso por unas horas nada más. Es una filosofía de vida diaria que no tiene por qué afectar el ocio, la tranquilidad familiar, mucho menos la paz interior; ámbitos en los cuales también se puede ser intenso. ¿Lo es usted?
Fuente Escuela de negocios INCAE
Hoy aprendi mas que ayer
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