Kate notó que su pequeña hija de 19 meses no cerraba sus ojos al bañarla. Se dio cuenta que tampoco reaccionaba a los ruidos que ocurrían a su alrededor. Acababa de pasar una congestión estomacal con mucha temperatura y quizá fue esta la razón por la que quedó ciega y sorda. Las pocas palabras que había aprendido, las olvidó muy pronto. No había manera de comunicarse con ella, y siendo muy inquieta comenzó a tocar todo, a olerlo, a probarlo con su lengua. Cuando quería algo y no se le entendía, montaba en cólera y se volvió una niña incontrolable. Eran los últimos años del siglo diecinueve, y en Tacumbia, una pequeña ciudad rural de Alabama, la familia buscó ayuda. El Capitán Arthur H. Keller, su padre, consiguió que el Instituto Perkins para Ciegos, de Massachusetts, le asignara a la profesora Anne Sullivan, de solo 20 años. Ahí comenzó una larga y maravillosa amistad. Claro que al principio fue drástica disciplinando a la niña. Logrado esto, le ayudó a pensar inteligiblemente y a hablar, usando el método Tadoma, tocando los labios de otros mientras hablaban. Así pudo asistir a la Escuela Wright Humason para Sordos en Nueva York y cuando tenía 24 años se graduó c.um laude de Radcliffe College, donde Anne Sulivan había traducido cada palabra en su mano. Fue la primera persona sorda en graduarse en una universidad.
Esa niña sorda y muda se convirtió en una notable oradora y autora mundialmente famosa. Sus libros, como “Luz en mi Obscuridad” fueron un tremendo éxito editorial. Uno de ellos fue un homenaje a su profesora: “El Milagro de Anne Sullivan”. Estableció una lucha t.itánica por los discapacitados. Hellen y Anne viajaron a más de 39 países dando conferencias, y conoció personalmente a cada presidente norteamericano desde Grover Cleveland. Lyndon B. Johnson la recompensó con la Medalla Presidencial de Libertad, el mayor honor estadunidense para ciudadanos. ¿Cuál fue el secreto de Hellen Keller? Lo resumió diciendo que consistentemente se marcó, fijó y alcanzó sus metas en la vida.
Un día se le preguntó si había algo peor que ser ciega. “Sí, respondió, es tener vista, pero no visión”.
Ud elige....
Tener todas las ventajas en la vida, y aún así, fracasar.
Tal como lo demostró Hellen Keller, conocer el valor de las metas, y utilizarlo.
En muchas ocasiones no importa tanto las circunstancias externas, más bien lo que pensamos sobre ellas. Te servirán para empezar el día, para el trabajo, en el amor… Algo muy importante que he aprendido, es que cada problema tiene una gran oportunidad oculta y, si lo tomas con buena actitud, lo olvidarás rápido e incluso agradecerás que te ocurriese.
martes, 27 de junio de 2017
"¿Lo hacemos fácil o difícil?"
Cada vez que hay una situación por resolver, podemos optar por hacerlo de manera fácil o complicarnos e irnos por el camino difícil. Algunas personas y organizaciones sorprenden por su forma de complicarse solas, no saben escoger medios sencillos de hacer las cosas. Por el contrario, hay quienes transforman lo complejo en algo fácil.
En las relaciones interpersonales se da la misma dinámica. Hay quienes tienen una enorme propensión a afectar sus vínculos con compañeros, jefes y colaboradores. Otros, en cambio, deciden ser personas de trato fácil; con su flexible y abierta personalidad inspiran a los demás miembros de una organización.
Somos el resultado de las decisiones que tomamos e inexplicablemente hay quienes optan por enredarse en enjambres de actitudes y expresiones basadas en el delirio de poder. Ellos son presa de un ego abultado, le temen al cambio, desconfían de su propia sombra y hasta de la de sus compañeros. Así, existen gerentes de equipo que lucen encapsulados y parecieran esmerarse por complicar prácticas tan simples como conversar e intercambiar expectativas.
Hay caminos lineales que, de repente, se intersecan y se bifurcan en dos direcciones: la fácil y la difícil. En este sentido, en las organizaciones hay tantos inconvenientes que, a veces, inconscientemente, tomamos rumbos sin antes haber reflexionado acerca de las consecuencias. De acuerdo con lo anterior, lo fácil es recurrir a las normas mínimas de buen trato: escuchar antes de juzgar y ser agradecidos; sin embargo, cuando una sola persona del equipo toma la otra vía, se afecta el ambiente de trabajo y afloran las actitudes defensivas.
Tener talento no es suficiente para ejercer el liderazgo "Las personas pueden ser muy sabias y, sin embargo, muy miserables. Es fácil ser un gran matemático o astrónomo sublime, pero muy difícil ser una buena persona", advierte Oliver Goldsmith. A quienes transitan por la vía de lo difícil, les podría ser muy útil practicar la autoobservación, eso podría revelarles que la naturaleza de sus acciones se encuentra en asuntos personales no resueltos, de los cuales solo ellos son responsables.
Cuando se enfrentan retos o se solucionan problemas, también están presentes los dos caminos. Ante desafíos gigantescos, los equipos y atletas se entrenan al máximo, tal como lo hacen los trapecistas y los nadadores, entre otros. Así, al entrar en acción, hacen parecer fácil lo que es difícil. Luego, lo que con mucho esfuerzo entrenaron en privado es premiado con aplausos. Para ellos, lo fácil es elegir hacer lo que se necesita para ganar; lo difícil es esperar que la suerte se haga cargo.
Está bien aspirar a la excelencia, pero obsesionarse por exigir la perfección a otros sin alcanzar la propia, es uno de los caminos más difíciles y trae consigo el rechazo de los miembros del equipo. Qué tal si en su lugar la concentración se dirige hacia la aceptación de que, tal como afirma Haruki Murakami, "Lo que nos hace personas normales esa saber que no somos normales".
Y bien, ante casi todas las adversidades podemos escoger entre asumirlas con una actitud positiva o con una negativa. Warner Rojas, escalador de las montañas más altas del planeta, incluido el Everest, menciona que una de las claves para alcanzar cumbres es, precisamente, caminar sin perder de vista esa dicotomía y escoger lo positivo para que todo sea más fácil. ¿Actúa usted así?
En las relaciones interpersonales se da la misma dinámica. Hay quienes tienen una enorme propensión a afectar sus vínculos con compañeros, jefes y colaboradores. Otros, en cambio, deciden ser personas de trato fácil; con su flexible y abierta personalidad inspiran a los demás miembros de una organización.
Somos el resultado de las decisiones que tomamos e inexplicablemente hay quienes optan por enredarse en enjambres de actitudes y expresiones basadas en el delirio de poder. Ellos son presa de un ego abultado, le temen al cambio, desconfían de su propia sombra y hasta de la de sus compañeros. Así, existen gerentes de equipo que lucen encapsulados y parecieran esmerarse por complicar prácticas tan simples como conversar e intercambiar expectativas.
Hay caminos lineales que, de repente, se intersecan y se bifurcan en dos direcciones: la fácil y la difícil. En este sentido, en las organizaciones hay tantos inconvenientes que, a veces, inconscientemente, tomamos rumbos sin antes haber reflexionado acerca de las consecuencias. De acuerdo con lo anterior, lo fácil es recurrir a las normas mínimas de buen trato: escuchar antes de juzgar y ser agradecidos; sin embargo, cuando una sola persona del equipo toma la otra vía, se afecta el ambiente de trabajo y afloran las actitudes defensivas.
Tener talento no es suficiente para ejercer el liderazgo "Las personas pueden ser muy sabias y, sin embargo, muy miserables. Es fácil ser un gran matemático o astrónomo sublime, pero muy difícil ser una buena persona", advierte Oliver Goldsmith. A quienes transitan por la vía de lo difícil, les podría ser muy útil practicar la autoobservación, eso podría revelarles que la naturaleza de sus acciones se encuentra en asuntos personales no resueltos, de los cuales solo ellos son responsables.
Cuando se enfrentan retos o se solucionan problemas, también están presentes los dos caminos. Ante desafíos gigantescos, los equipos y atletas se entrenan al máximo, tal como lo hacen los trapecistas y los nadadores, entre otros. Así, al entrar en acción, hacen parecer fácil lo que es difícil. Luego, lo que con mucho esfuerzo entrenaron en privado es premiado con aplausos. Para ellos, lo fácil es elegir hacer lo que se necesita para ganar; lo difícil es esperar que la suerte se haga cargo.
Está bien aspirar a la excelencia, pero obsesionarse por exigir la perfección a otros sin alcanzar la propia, es uno de los caminos más difíciles y trae consigo el rechazo de los miembros del equipo. Qué tal si en su lugar la concentración se dirige hacia la aceptación de que, tal como afirma Haruki Murakami, "Lo que nos hace personas normales esa saber que no somos normales".
Y bien, ante casi todas las adversidades podemos escoger entre asumirlas con una actitud positiva o con una negativa. Warner Rojas, escalador de las montañas más altas del planeta, incluido el Everest, menciona que una de las claves para alcanzar cumbres es, precisamente, caminar sin perder de vista esa dicotomía y escoger lo positivo para que todo sea más fácil. ¿Actúa usted así?
La sabiduría de ceder...
Quien dirige una organización o empresa tiene un modo muy definido de hacerlo; los miembros de estas, por su parte, piensan que puede llevarse a cabo de manera diferente. ¿Se puede llegar al éxito sin que alguna de las partes ceda un poco? Es complicado, pues una de las dos estará actuando sin convicción, a la defensiva, y esto genera tensiones. ¿Quién debe ceder entonces?
Los pulsos entre actores que defienden sus "verdades" antagónicas pueden ser desgastantes y, lo más peligroso, podrían poner en riesgo el logro de las metas. Si las dos partes se conforman por seres pensantes que comparten los mismos intereses, es difícil que una se atribuya el monopolio de la razón; lo frecuente es que esta sea propia de ambas, aunque no suceda en proporciones iguales.
Entonces, el camino correcto es que la sensatez les permita -por lo menos- escucharse mutuamente, pero con el auténtico deseo de comprender el otro punto de vista. Una pequeña dosis de humildad ayuda en estas ocasiones... En contraposición, al confrontar, ya sea de modo pasivo o disimulado, no se consigue nada bueno; cuando se cede un poco de validez al criterio de la contraparte, se consigue más que con la imposición. Al respecto, Aristóteles decía: "El hombre bueno es propenso a ceder".
Esa porción de humildad permitiría a cada actor comprender que, al sumar al otro, ambos serán más fuertes, la clave: dialogar con mente abierta y actitud empática. Así, se permitirá −al menos− la exposición de ideas y posiciones, sin interrupciones, juicios ni mucho menos descalificaciones. "Mamá, papá, si yo sé que ustedes me entienden, los escucho", dicen los niños. Y lo mismo sucede en las empresas y equipos, cuando sus directores prestan profunda atención.
Prolongar tensiones y desacuerdos, sin ajustes oportunos, equivale a enrumbarse hacia donde ninguna de las partes desea llegar. ¿Por qué entonces no hacer un alto en el camino y reacomodar las metas, estrategias, roles, relaciones y formas de trabajar? A quienes insistan en no rectificar, Albert Einstein, contundentemente, les advierte: "La diferencia entre la genialidad y la estupidez es que la genialidad tiene sus límites".
El rumbo y la historia de países, organizaciones, empresas y personas cambia radical y positivamente cuando se asumen actitudes de tolerancia y flexibilidad, no cuando la rigidez de unos se impone sobre otros. Sin embargo, con tal de no ceder en sus posiciones, métodos o excesiva sordera selectiva, algunos dirigentes se arriesgan a autodestruirse y perderlo todo, esos casos no son pocos. Hay un buen día para reaccionar y rectificar, este no fue ayer ni será mañana, es hoy.
Recordemos el viejo proverbio: "Hay pleitos que aun perdiéndolos uno gana y otros que aun ganándolos uno pierde". Por el bien de la empresa, ceder puede ser la llave para soltar grilletes emocionales y mentales que frenan la entrega apasionada por un ideal. Sabio no es quien tiene todas las respuestas, sino quien se formula preguntas claves y se desafía a sí mismo a mejorar.
Nadie es 100% rígido. La tolerancia mueve la buena voluntad hasta de los más resistentes al cambio. Cuando alguna parte percibe ganar algo bueno por la acción de la otra, el liderazgo de quienes dirigen se fortalece. Se guían por el consejo de Abraham Lincoln: "Más vale ceder el paso a un perro que dejarse morder por él".
Los pulsos entre actores que defienden sus "verdades" antagónicas pueden ser desgastantes y, lo más peligroso, podrían poner en riesgo el logro de las metas. Si las dos partes se conforman por seres pensantes que comparten los mismos intereses, es difícil que una se atribuya el monopolio de la razón; lo frecuente es que esta sea propia de ambas, aunque no suceda en proporciones iguales.
Entonces, el camino correcto es que la sensatez les permita -por lo menos- escucharse mutuamente, pero con el auténtico deseo de comprender el otro punto de vista. Una pequeña dosis de humildad ayuda en estas ocasiones... En contraposición, al confrontar, ya sea de modo pasivo o disimulado, no se consigue nada bueno; cuando se cede un poco de validez al criterio de la contraparte, se consigue más que con la imposición. Al respecto, Aristóteles decía: "El hombre bueno es propenso a ceder".
Esa porción de humildad permitiría a cada actor comprender que, al sumar al otro, ambos serán más fuertes, la clave: dialogar con mente abierta y actitud empática. Así, se permitirá −al menos− la exposición de ideas y posiciones, sin interrupciones, juicios ni mucho menos descalificaciones. "Mamá, papá, si yo sé que ustedes me entienden, los escucho", dicen los niños. Y lo mismo sucede en las empresas y equipos, cuando sus directores prestan profunda atención.
Prolongar tensiones y desacuerdos, sin ajustes oportunos, equivale a enrumbarse hacia donde ninguna de las partes desea llegar. ¿Por qué entonces no hacer un alto en el camino y reacomodar las metas, estrategias, roles, relaciones y formas de trabajar? A quienes insistan en no rectificar, Albert Einstein, contundentemente, les advierte: "La diferencia entre la genialidad y la estupidez es que la genialidad tiene sus límites".
El rumbo y la historia de países, organizaciones, empresas y personas cambia radical y positivamente cuando se asumen actitudes de tolerancia y flexibilidad, no cuando la rigidez de unos se impone sobre otros. Sin embargo, con tal de no ceder en sus posiciones, métodos o excesiva sordera selectiva, algunos dirigentes se arriesgan a autodestruirse y perderlo todo, esos casos no son pocos. Hay un buen día para reaccionar y rectificar, este no fue ayer ni será mañana, es hoy.
Recordemos el viejo proverbio: "Hay pleitos que aun perdiéndolos uno gana y otros que aun ganándolos uno pierde". Por el bien de la empresa, ceder puede ser la llave para soltar grilletes emocionales y mentales que frenan la entrega apasionada por un ideal. Sabio no es quien tiene todas las respuestas, sino quien se formula preguntas claves y se desafía a sí mismo a mejorar.
Nadie es 100% rígido. La tolerancia mueve la buena voluntad hasta de los más resistentes al cambio. Cuando alguna parte percibe ganar algo bueno por la acción de la otra, el liderazgo de quienes dirigen se fortalece. Se guían por el consejo de Abraham Lincoln: "Más vale ceder el paso a un perro que dejarse morder por él".
viernes, 23 de junio de 2017
¡Acabe con esas hormigas!
Un renombrado psiquiatra norteamericano, el Dr. Daniel G. Amen, refiriéndose a ese diálogo interno que todos sostenemos constantemente con nosotros mismos, acuñó el término “Automatic Negative Thoughts”, que traducido literalmente sería “Pensamientos Automáticos Negativos”. Con las primeras palabras de su término, formó la palabra ANT, que en inglés significa “hormiga”. Y él explica a sus pacientes que al igual que en un paseo de día de campo, las hormigas son indeseables a la hora de comer, también en nuestra vida diaria esos pensamientos negativos que coartan nuestro potencial, son igualmente indeseables.
El Dr. Amen, suele recomendar a sus pacientes que “pisoteen esas hormigas” hasta acabar con ellas. ¿Cómo? Primero, nos dice, hay que identificarlas. Segundo, hay que eliminarlas sustituyéndolas por pensamientos más positivos que nos ayuden a vivir mejor. “No crea todo lo que oiga, aunque sea lo que usted se dice en su propia mente” advierte.
Para identificar algunos tipos de estas “hormigas”, nos da algunos ejemplos. Él llama “inculparse”, cuando uno se dice “Qué tonto soy”, “Soy un irresponsable”, “Me siento feo, me ponga la ropa que me ponga”. Otro tipo de hormiga está en pensar en términos de “jamás, nunca o siempre”. “Jamás me darán una oportunidad”, “Nunca el jefe me dará ese ascenso”, “Siempre se me echan a perder mis planes”.
¿Cuál es su recomendación para “pisotear esas hormigas”? Nos dice que sustituyendo nuestros pensamientos. Dígale a sus pensamientos negativos que ya no les hará caso, que basta ya de tanta recriminación que solamente le hace sentirse mal. Empiece a crear el hábito de pensar positivamente. “Soy una creación de Dios, y por lo tanto un ser valioso, no me permitiré denigrarme más”. Cuente sus bendiciones, aquello de que sí dispone en este momento. Por ejemplo está vivo, tiene la oportunidad de pensar y de controlar sus pensamientos. ¿Le parece esto poca cosa? Los cementerios están llenos de gente, cuya oportunidad finalizó en esta tierra, y que quizá con mucho gusto se cambiarían con usted.
UD DECIDE....
No dejar que las “hormigas” se adueñen de nuestro futuro, y lo hagan miserable.
Acabar con esos pensamientos negativos, con la única forma de hacerlo conocida, desarrollando el hábito de pensar positiva-mente
.
martes, 6 de junio de 2017
El derecho a pensar diferente…
Estábamos en medio de una reunión de trabajo de la empresa y un asociado nuestro. Había muchos puntos a tratar, entre ellos algo referente a promoción y publicidad. Alguien opinaba diametralmente en contra de mi propuesta. Escuchamos su punto de vista, y después yo reiteré mi idea. Ambos sustentábamos con evidencias nuestros argumentos. Frente a la discrepancia, alguien pregunto porqué no podía pensar como yo. El respondió rápidamente: “Si en una empresa dos personas piensan exactamente igual, una de ellas sobra”. ¿Tenía razón? ¡Absolutamente! algunos saben perfectamente mi forma de pensar. Y que jamás pretenderé que no piensen por ellos mismos. Son las opiniones diferentes las que generan ese intercambio que suele sacar a luz las mejores ideas. Solo hay una condición para ello, y es que demos a los demás “el derecho de pensar diferente”. Por eso me sorprende cuando veo a la gente enojarse porque otros no piensan exactamente igual a ellos. ¿No sería aburrido si todos apoyáramos al mismo equipo de fútbol? Y lo mismo ocurre con la política, ¿qué pasaría si todos simpatizáramos con el mismo candidato? ¿Piense usted qué hubiera sucedido si Galileo no hubiera discrepado del sentido común, tan equivocado, del siglo 16? ¿Habría física moderna si Einstein no hubiera cuestionado ciertos planteamientos de Newton? ¿Existirían los aviones si nunca se hubiera cuestionado la idea, tan difundida el siglo 19, ¿Por qué hemos de pensar usted y yo que somos dueños de la verdad, y que todos los que no la acepten tal como nosotros la percibimos, son tontos?
El día en que tengamos respeto por las ideas de los demás, sin importar que sean iguales o contrarias a las nuestras, podremos tener la paz mental para aceptar lo mejor, sin tanta resistencia.
UD ELIGE.....
Incorrectamente percibir como enemigo a todo aquel que no piense como nosotros.
Aprender a ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona, y aunque no lo aceptemos, respetar el hecho que tiene de pensar diferente a nosotros.
Su Capacidad de Producir
¿Ha oído usted hablar acerca de la gallina de los huevos de oro? Las cosas, según el fabulista ocurrieron así: un granjero pobre, descubre un huevo de oro en el nido de su única gallina. No puede creer la suerte que tiene. Duda en un principio. Pero para su sorpresa al día siguiente, y cada día posterior, aparece en el nido un nuevo huevo de oro. El granjero se convierte en un hombre rico. Pero la riqueza lo vuelve codicioso e impaciente. Ahora le parece desesperante obtener solamente un huevo al día, así que decide abrir la gallina y sacar todos de una vez. Claro está que la gallina muere, y el necio granjero se da cuenta que no hay nada en su interior. Se le han dado mil y una interpretaciones a esta fábula. Creo que la mejor de ellas, a mi juicio, es aquella que la utiliza para ilustrar la efectividad. Para ser realmente efectivo, necesitamos tanto el oro, como la gallina que lo produce. Es muy importante conservar lo que en inglés se llama Production Capability, es decir la Capacidad de Producir. Y esto se puede aplicar a todo en nuestra vida. Por ejemplo, si usted tiene un automóvil, no solo necesita que lo transporte día a día (los huevos de oro), sino darle el mantenimiento necesario para que esté en capacidad de continuar transportándole (la gallina). Quien no lo entiende así, y se niegue a darle mantenimiento, encontrará que un buen día el auto falla y lo deja botado. Faltó la “capacidad de producir”. Y lo mismo ocurre con nuestra salud. Puede alguien disfrutar desenfrenada mente el momento (huevos de oro). Pero si no reacciona y mejora sus hábitos, encuentra que un día su salud (la gallina) se deterioró tanto que le impide una vida normal. Pero quizá el más trágico ejemplo de alguien matando su “gallina de los huevos de oro”, es aquel que ni siquiera advierte su propio potencial, así que no siente que debe mejorarse a sí mismo. No repara en que él personalmente es su fuente de ingresos. Se queja constantemente de no tener suficientes entradas, pero no hace nada por mejorarse, cosa que evidentemente le pondría en posición de incrementarlas.
Ud elige
No dar importancia a nuestra “Capacidad de Producir”.
Dedicar tiempo, esfuerzo y recursos para desarrollarnos. Recordar que es importante tanto el oro, como la gallina que lo produce.
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